martes, 15 de enero de 2008

La desmitificación del Periodista

El Periodista actual

La idealización del periodista como ese personaje que, libreta y grabadora en mano, escribía y publicaba sus artículos en los diferentes medios de comunicación, se ha visto de cierta manera reemplazada. El sujeto común (puedes ser tú o cualquier persona) ha tomado esa posta y con un celular con cámara de fotos y grabadora va registrando lo que se le aparece en frente.
Posiblemente después que descargue sus videos o entrevistas a su computadora, en cuestión de 10 minutos, edite todo y lo cuelgue en un Internet. Solo habría que recordar quienes tuvieron la primicia de las imágenes del último terremoto del Perú: Los videos de YouTube fueron los más vistos a nivel internacional.
La razón de este reemplazo progresivo es la facilidad que trae Internet para colgar contenidos sin ningún tipo de filtro. Ya no se necesita un editor para denunciar algún mal funcionario o alguna irregularidad.
En principio, una de las bases sobre las que se erige la profesión del periodista es la de brindar la información necesaria para que las personas puedan tomar buenas decisiones en su vida diaria.

¿Y los periodistas de verdad?

Bueno, a mi entender, después de haber estudiado por 6 años la carrera de Periodismo, nosotros somos solo canalizadores de la información. No decimos qué importa y qué no importa, porque finalmente siempre habrá alguien a quien le va a resultar sumamente trascendente la información que pueda parecer muy irrelevante. Por esto, quizá con estos cambios nuestra labor se reduciría a clasificar la información de acuerdo a lo que más le pueda interesar a cierto grupo de personas y lo que menos les pueda interesar a otro grupo.

Cuando pasa lo mismo, sucede igual.
Nicolas Carcovich

jueves, 20 de diciembre de 2007

Noche de paz, Noche de amor

Esperaba a un lado de la pista para no interrumpir el tránsito con mi curva en U. Un policía parecía estarse acercando a mi auto con cara de no muchos amigos.
“No, no es conmigo – pensaba – debe de ser una coincidencia”.
El policía seguía avanzando. Yo tenía la conciencia limpia: no había hecho nada.
“¿Espera doblar en U?” – preguntó el policía.
“Sí, jefe” – inocentemente le respondí.
“¿No sabe que está prohibido? No ve los letreros” – ceño adusto, voz marcial.
No había ningún letrero que prohíba la vuelta en U. Era obvio el ‘tombo’ trataba de amedrentar.
“No hay ningún letrero” – con mi mano le hice notar que se había equivocado de ‘esquina’ en esa no había ningún letrero.
“Sabe qué señor, sírvase a darme sus documentos. Le voy a poner una papeleta” – así, de la nada se apareció con el asunto que me iba a poner una papeleta.
A lo lejos sonaba el tararear de la música “Noche de paz, Noche de amor. Todo duerme en derredor…”
Mis ojos se abrieron de par en par. No entendía inicialmente la petición del agente de seguridad.
“Como le digo, no hay ningún letrero que prohíba dar esa curva” – respondí.
“Por favor, señor. Sus documentos” – era una especie de ‘vamos, ya está derrotado. Le pongo la papeleta y punto, no hay más que decir’.
Reaccioné.
“Espere señor policía. – respondí enérgico – Es decir, ¿Ud. me va a poner una papeleta por no haber hecho nada? ¿Por tener las intenciones de dar mi vuelta en U y como Ud. dice que no se puede entonces soy acreedor de una ‘bien merecida’ papeleta?”
Reaccionó.
“ ¿Sabe qué, señor? – respondió con la misma voz marcial y el mismo ceño adusto – Avance rápido”
No hubo disculpas de por medio (y tampoco las esperaba), sino más hubo un ‘favor’ al dejarme ir sin papeleta, una papeleta que no tenía sentido desde mi punto de vista.
Si nos enmarcamos en el contexto de que Diciembre es el mes de la Navidad, y que los policías necesitan hacer regalos para sus hijos, tiene lógica que quieran poner papeletas hasta por cosas que no tienen lógica.

Años tras años cuando pasa lo mismo, sucede igual.

Nicolas Carcovich